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A Felipe lo picó

el bicho de la "bici"

Se llama Oscar Felipe Berruecos Vélez y es analista de convenios de Confiar, donde comenzó a trabajar hace cuatro años como practicante del área comercial. Aquí  se quedaría como asesor,  luego de pasados los seis meses de su práctica. Felipe nació en Bogotá en 1982, pero se vino a vivir a Medellín en 1989, nos cuenta este administrador de empresas de la Universidad Autónoma de las Américas, quien a sus 36 años es padre de Helen,  esposo de Luisa y dueño de una bicicleta negra y verde que, según él, le ha transformado positivamente la vida.

Hace cuatro años Felipe estaba más gordo, y aunque entre risas todavía asegura que lo está, nos cuenta como la bicicleta, pero sobre todo el amor por su hija, fueron claves para que tomara otra ruta.

Con ustedes

“Mi transporte para venir a laborar era el bus, pero por temas de tráfico a veces llegaba muy tarde a la casa en Campo Valdés. Yo vivo realmente cerca de la Agencia Primero de Mayo, pero en bus me tardaba una hora y además era un viaje muy largo para ser una distancia tan corta. Entonces cada vez que llegaba,  ya mi niña estaba dormida así que no alcanzaba a disfrutarla.  Ahí fue cuando pensé en otra opción que me permitiera resolver esta situación y entonces me empezó a picar el bichito de la bici, y me dije que había que ensayar a ver cómo me iba.  Fue algo muy curioso porque yo tenía una bicicleta desde hace mucho tiempo, pero estaba un poco descuidada y el viaje no me rendía”.

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Sobre ruedas...

Felipe comenzó a rodar con la nueva bicicleta los primeros días de enero de 2018, y mientras cogía el ritmo empezó a demorarse entre 15 y 20 minutos, pero al mes ya se demoraba solo 10 minutos para llegar a casa para compartir con Luisa y su hija de tres años.

 

“Los primeros días fueron los más duros de este mundo,  porque aunque la ruta es plana en su mayoría, para llegar a la casa hay una lomita que ¡mejor dicho!  Entonces al principio yo llegaba hasta donde comienza la loma y me bajaba de la bici y… dele para arriba.  Hasta que dije: ¡venga a ver,  yo tengo que ser capaz! Y empecé a subir… llegué sin aire, llegué fundido, pero  con toda la energía… y bueno, me gustó mucho”.

 

Nuestro compañero pensó en  renunciar a esta rutina en más de una ocasión, pero no se dejó vencer, y por el contrario continuaba con más disciplina hasta que se convirtió en un hábito.  Hoy ya dice “¡qué pereza el bus! y utiliza su caballito de acero para ir la universidad, para ir al trabajo, para ir los domingos con su suegro Nacho a la ciclo vía y para ir a todas partes. “ Somos la bicicleta y yo”, dice Felipe.

 

Comenzar es difícil y mantenerse aún más, pero su esposa Luisa lo motivaba y le decía que ojalá ella se pudiera ir en bicicleta para el trabajo.  Una expresión que también escuchaba en compañeros y compañeras de la oficina, pero que acuñaban con excusas como la distancia, los peligros, las varadas, el sudor.  A lo que él siempre respondía que para lograrlo no había excusas.

 

“Solo me he varado dos veces y fue por llanta.  Así que ya tengo una riñonera con parches y todos los insumos. Entonces no me he visto en apuros por eso.  A los compañeros y compañeras  les digo que el tema no es de decirlo, sino de hacerlo.  Decir yo quiero no es suficiente. Hay que hacerlo.  Cuando uno toma la decisión de hacer algo en la vida,  es ahí cuando pueden cambiar las condiciones.  Y si no quieren la bici,  busquen otras opciones para incluir los hábitos saludables en su vida.  Ojo con los niveles de stress”.

 

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Además de disminuirle los niveles de tensión y de darle tiempo de calidad con su familia, la bicicleta también le ha cuidado el bolsillo.  Felipe guarda su vehículo en un parqueadero que queda a media cuadra de la agencia y paga una mensualidad de $25.000. Si hacemos cuentas, solo en pasajes anualmente se gastaba $2.268.000 y ahora con la bicicleta  $300.000

 

Para Felipe ha sido muy complicado ser ciclista en Medellín. Primero porque considera que falta mucha cultura en conductores, peatones y en los mismos ciclistas.  Por ejemplo su ruta que es Carabobo, cuenta con una ciclorruta, pero está invadida por ventas ambulantes y mercancía de otros negocios; así que como a muchos de los ciclistas de esta ciudad, a Felipe le toca usar la vía de los carros y las motos con todos los riesgos que esto supone.  Y aunque nuestro compañero es prudente, no se ha salvado de las caídas y en una ocasión que estaba bajando por una calle se le cruzó un carro y por no frenarle, lo esquivó y al hacerlo había otra persona y debió tirarse para un costado y… toma tu golpe.

Hoy Felipe sigue rodando por la vida, llega temprano a casa a saludar a Luisa y a Helen.  No ha pensado en ponerle nombre a su bicicleta, pero tiene claro que “Ellas es para mí y yo soy para ella”.

 

Nuestra ciudad cuenta con un Plan Maestro Metropolitano de la Bicicleta que involucra el concepto de movilidad ciclo-incluyente y que dice que la bicicleta debe tratarse como vehículo y no como “peatón con ruedas”, por ende, los conceptos y diseños asociados con la especificación de la infraestructura deben estar sujetos a dicha condición, incluyendo las regulaciones de tráfico y movilización vehicular.

  • Actualmente Medellín cuenta con cuenta con 55 kilómetros construidos de ciclorrutas y con diversos proyectos a corto, mediano y largo plazo para fomentar el uso de este medio de transporte.

 

  • El Sistema de Bicicletas Públicas EnCicla opera de manera gratuita y cuenta con 54 estaciones y una flota de más de 1.000 bicicletas

 

  • La ciudad cuenta con colectivos y grupos organizados que trabajan por el desarrollo de este sector, tal es el caso de la  Corporación Colectivo SiCLas, una entidad sin ánimo de lucro que promueve la movilidad sostenible, genera proyectos, capacitaciones y las famosas SICLeadas de la ciudad.

 

Por su parte, Bellocicleta nació en 2012, tras darle continuidad a una iniciativa local de carácter recreativo y de participar en la Mesa Metropolitana de la Bicicleta.

 

 

Felipe es parte de este grupo de ciudadanos que se suman a la movilidad sostenible.  Un reto de todas y todos los ciudadanos, quienes estamos invitados a contemplar esta posibilidad como parte de nuestro aporte, no solo a nuestra propia salud, sino a la del planeta.

¿Cómo trata la ciudad a los ciclistas?

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